martes, 21 de agosto de 2007




EL INFINITO ES UNA DENSA FAJA DE NADA




(que ingenioso el niño.... que gracioso, démosle una monedita para que siga cantando, para que siga bailando
mira que lindo como baila, eh eh eh eh
- de donde habra sacado tanta imagen simpática
+ de la tele más que seguro, o de los videojuegos

ya, cierre la puerta no más que es muy tarde
y hay que ir a comer)

miércoles, 8 de agosto de 2007

Perro (episodio I)



Bastaría que estos perros levantaran enormemente sus cabezas, sus garras y se desmoronaran sobre esas estructuras semiderruidas, bastaría que sin miedo alzaran sus manos contra nuestras cabezas sucias.

Perdón doctor, sus colmillos; inundados colmillos de saliva extrañamente olor a muerte, a cal, a furia terrestre, ira de cielos y gatos atropellados, bastaría con eso. Sus colmillos imprecísamente sucumbiendo en nuestras yugulares, como tiernos retazos de niños divididos, fragmentados, vueltos rompecabeza para que tu y yo podamos mirar las noticias y sentir y creer que todo, pero todo puede ser, puede pero no lo hará, porque tu tienes y yo tengo y ellos tienen .... que creer.

Bastaría que estos perros dejaran letárgicamente su ira clavada ya no en los árboles sino en restos de corazones esparcidos en el suelo, perdón doctor, pero es así, bastaría que se levantaran con esos colmillos feroces, ni parecidos a los nuestros hipócritas, y cobardes.

(susurre) Ahí están doctor, claramente, en la esquina, estirando las patas, abriendo los ojos, levantándose unos a otros con sus narices húmedas, empujándose, los perros. Comienzan a caminar decidídamente, como ningún hombre a caminado jamás. Avanzan lentamente por la tierra suelta que queda en las aceras, entre restos ya casi armados de niños en la esquina, la mirada oscura, los hocicos aun cerrados, lentamente abrirlos, y escuchar sol…….



domingo, 5 de agosto de 2007

Once Cuarenta y Cinco




Aún gotea desde el techo tu sombra
y rebota de un lado a otro
el eco de tus ladridos en mi pecho.

Trazos de piel tuya o mía
reposan en la cama y la silla.
Los ojos sobre el velador
y una mano izquierda
trizada, dormida,
busca, arañando
sobre la alfombra tu rastro.

Quedan dientes limpios sobre esos escombros
queda respiro, grito,
quedan líneas en la mesa por tirar
queda fe al menos.

Al lado de mis ojos
sólo queda este reloj muerto
con todo su tiempo perdido
goteando segundos,
malgastando el poco espacio
que nos va quedando.

Me quedare con este silencio tibio tras las costillas,
quizás sea la única señal clara
de que podremos al fin abrir los ojos
y tratar de caminar.




(Remasterización de poema escrito allá por el 2000 parece,
a ver que resulta
demasiado fragmentado [mea culpa])